Hace un par de años me cruce con unos mochileros dentro de la ciudad, necesitaba hacer parte de mi documental y tuve que ser parte de ellos, de tal forma que pudiera conocer su estilo de vida, sus ideologías y sus maneras de viajar. En definitiva ellos son un mundo aparte, con libertad, capaces de arriesgarse, desprendidos de lo material; solo les importa saber comunicarse con las personas, siendo humildes, compartiendo lo que tienen.
En mi larga espera por encontrar el pase para una entrevista, comprendí, que ellos no son un objeto diferente al que se tiene que grabar, es por esto que siempre se negaban. Ellos consideran tener una vida normal, sin darle las explicaciones a nadie, ya que son totalmente iguales a todos nosotros; la convivencia con ellos me llevo a conocer su desprendimiento por la búsqueda de ellos mismos. Para ellos los viajes son considerados como el ritmo de vida para el cual nacieron, sin duda antes de la decisión, cada uno tuvo una barrera que romper, como las personas en contra, el hecho de dejar a la familia y amigos, el lugar dónde siempre vivieron. Esto no fue imposible para Julian, el mochilero que me encontré bajando la callecita Belén, admirando la estructura que esta tiene.
Julian procedía de algún lugar muy dentro de Perú, desde los 18 años que viene viajando el mundo, no se ha ido por todos lados, pero si por los mejores rincones. Él es de las personas que consideran ir a lo diferente, los lugares que visitan los típicos turistas pueden ser buenos, pero no tienen lo que de verdad necesita conocer y eso solo se logra sobrellevando a las personas netas del lugar, me dijo Julian. Después de conocernos un poco más, le comente mi idea y él logro ver el cansancio dentro de mi quizás y accedió a darme una entrevista, se dio la oportunidad de mi ser mi personaje, en el fondo a él no le interesaba si lo veían o no, simplemente le parecía buena la idea y quiso ayudarme con las mejores intenciones. Lo seguí durante unos días, compartimos cosas, me dejó claro que el dinero no importa en ninguna circunstancia, el podía hacer su vida buscándose algún trabajo o alguna casa para poder vivir, pero no tenía un día en el que no tuviera nada porque de alguna manera su fe lo ayudaba a creer en los demás.
Tenía de vez en cuando un contacto con su familia, era muy raro que vaya a un teléfono público y que los llamará, pues este era como una especie de personas que vivía del mundo, no necesitaba llamar ni pedir nada, porque era lo autosuficiente para poder estar bien. Una de otra vez supo lo que era el amor, pero en una vida así lo que te conviene es enamorarte de la vida misma, ya que las personas, si vives así, no son capaces de tomarte enserio y si tienen el mismo ritmo mochilero por ahí sueñan lugares diferentes. No hay duda que el mejor amigo de Julian solo era un perro, lo seguía todo el tiempo, aunque el no tuviera que darle, era un perro que se lo había conseguido de calle y solo fue necesario un afecto de cariño para que este se quedará para siempre, aunque bueno no era para siempre, porque Julian en cualquier momento iba tomar otro rumbo y pues ahí solo quedaba dejarlo y llevarse el recuerdo de su grata compañía.
Un vino marco mi amistad con Julian, interés o no de su parte o la mía, quedaron de lado, fui su amiga por unos días, tiempo suficiente cuando las personas son sinceras. Cuando intente buscarlo Julian se había ido, tenía que seguir su ruta sin destino a dónde su espíritu le dijera vamos; sé que el fondo me quede como uno de los recuerdos del lugar, puede que sea muchos tantos de sus recuerdos, pero al final de cuentas se que estaré y para mi solo importa el hecho de que en mi experiencia por conocerlo, aprendí que la vida no se basa de lo material, ni de las personas de tu alrededor, siempre tienes que tener la sed de conocer más, esto te dará el privilegio de estar abierto a nuevas oportunidades y situaciones que te pueden llevar más allá de un simple acá tengo esto. Al final de la vida lo que tienes no es lo que importa, lo que disfrutaste y viviste es lo que si lograrás llevar.